Una Historia de amor y oscuridad
Amos Oz
editorial SIRUELA
............Una mañana temprano, puedo decir hasta la fecha y hora exactas, tres días antes de que acabara el año 38, el miércoles 28 de diciembre de 1938, poco después de la fiesta de Januká, un día muy claro, casi sin nubes, a las seis de la mañana me puse un jersey y una cazadora, subí a la cubierta y miré la línea gris de nubes del horizonte.
Debí de estar casi una hora mirando y solo vi unas cuantas gaviotas.
Y de repente , de golpe, sobre la línea de nubes apareció el sol invernal y bajo la línea de nubes despuntó la ciudad de Tel Aviv: filas y filas de casas cuadradas, blancas, completamente distintas a las casas de ciudad y a las casas de pueblo polacas y ucranianas, completamente distintas a Rovno, Varsovia y Trieste, pero muy parecidas a los cuadros que había en todas las aulas del Tarbut, desde las guarderías a los institutos, y también a los dibujos y fotos que el profesor Menahem Gelerter nos enseñaba. Por tanto me quede sorprendido pero al mismo tiempo no.
No puedo describir la alegría que de repente me inundó la garganta, de pronto solo quería gritar y cantar,¡ES MÍO!, ¡todo esto es mío !¡De verdad es todo mio!
Es extraño, nunca antes, ni en nuestra casa, ni en nuestro jardín de árboles frutales, ni en el molino de harina, jamás tuve una sensación tan fuerte de completa pertenencia, la alegría de la posesión,
¿entiendes a lo que me refiero?
Nunca en la vida, ni antes de esa mañana ni después, sentí una alegría así: por fin aquí podría correr las cortinas, olvidarme de los vecinos y hacer lo que quisiera.
Aquí no tendría que ser educada, no tendría que avergonzarme de nadie, no tendría que preocuparme por lo que pensaran o dijeran de nosotros los campesinos........ni causar buena impresión a los gentiles......
¡ Esa fue la sensación que me embargó cerca de las siete de la mañana, ante una ciudad donde nunca había estado, ante una tierra que ni siquiera había pisado, ante una extrañas casas blancas distintas a las que había visto siempre.
Amos Oz
editorial SIRUELA
Debí de estar casi una hora mirando y solo vi unas cuantas gaviotas.
Y de repente , de golpe, sobre la línea de nubes apareció el sol invernal y bajo la línea de nubes despuntó la ciudad de Tel Aviv: filas y filas de casas cuadradas, blancas, completamente distintas a las casas de ciudad y a las casas de pueblo polacas y ucranianas, completamente distintas a Rovno, Varsovia y Trieste, pero muy parecidas a los cuadros que había en todas las aulas del Tarbut, desde las guarderías a los institutos, y también a los dibujos y fotos que el profesor Menahem Gelerter nos enseñaba. Por tanto me quede sorprendido pero al mismo tiempo no.
No puedo describir la alegría que de repente me inundó la garganta, de pronto solo quería gritar y cantar,¡ES MÍO!, ¡todo esto es mío !¡De verdad es todo mio!
Es extraño, nunca antes, ni en nuestra casa, ni en nuestro jardín de árboles frutales, ni en el molino de harina, jamás tuve una sensación tan fuerte de completa pertenencia, la alegría de la posesión,
¿entiendes a lo que me refiero?
Nunca en la vida, ni antes de esa mañana ni después, sentí una alegría así: por fin aquí podría correr las cortinas, olvidarme de los vecinos y hacer lo que quisiera.
Aquí no tendría que ser educada, no tendría que avergonzarme de nadie, no tendría que preocuparme por lo que pensaran o dijeran de nosotros los campesinos........ni causar buena impresión a los gentiles......
¡ Esa fue la sensación que me embargó cerca de las siete de la mañana, ante una ciudad donde nunca había estado, ante una tierra que ni siquiera había pisado, ante una extrañas casas blancas distintas a las que había visto siempre.
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