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ARQUITECTURA
El mundo desde un balcón
El Parador Ariston, en Mar del Plata, es una obra emblemática del movimiento Bauhaus. Hoy sufre un estado de total abandono y una ley lo puede salvar.
22 de octubre de 2018
Si entonces me hubieran preguntado qué forma tenía el mundo, hubiera dicho que era en pendiente, con desniveles irregulares, con entrantes y salientes, y por eso siempre me encuentro de alguna manera como en un balcón, asomado a una balaustrada y veo disponerse a derecha e izquierda, a diferentes distancias, lo que el mundo contiene en otros balcones o palcos de teatro, arriba o abajo, de un teatro cuyo escenario se abre al vacío, sobre la alta franja del mar contra el cielo atravesado por los vientos y las nubes.”
La cita es de Ítalo Calvino, del libro El camino de San Giovanni. Si me preguntan exactamente de qué habla, o si sirve para lo que tengo que decir en esta nota, no lo sé. El texto tiene el sino de la poesía, ese que nos hace asociar las palabras con un momento o una sensación. A mí me hizo acordar a cuando miré el mar desde el primer piso del Parador Ariston, en la Playa Serena de Mar del Plata. Tenía veinte años y estaba saliendo con Viviana, mi primera novia. Ni siquiera sé si fui a tomar un café al bar “Bruma y arena”, a comer una parrillada a “Perico”, si simplemente me trepé, colándome a su interior por algún resquicio o me inventé todo. El hecho era que con Vivi estudiábamos arquitectura y su padre Roberto, que había levantado unos dúplex en la playa, sabía que entre los autores de esa obra con forma de trébol de cuatro hojas estaba Marcel Lajos Breuer, alumno y posterior profesor de la Bauhaus de Weimar dirigida por Walter Gropius. Los socios argentinos de Breuer fueron Eduardo Catalano, el autor del plan urbanístico de la Ciudad Universitaria y de los Pabellones II y III, y Carlos Coire, que fue decano de nuestra Facultad y trabajó con Antonio Bonet y Juan Kurchan, entre otros famosos profesionales del Movimiento Moderno.
Breuer nació en Hungría. También es el autor del edificio de la Unesco en París junto al ingeniero Pier Luigi Nervi y Bernard Zehrfuss y del original Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York, asociado al arquitecto Hamilton P. Smith. En la Bauhaus de Dessau (la que funcionó desde la mudanza de 1925 hasta su cierre definitivo por el partido nazi en 1933), Breuer dirigió el taller de muebles, donde diseñó y construyó su famosa silla Vassily. Fue profesor junto a Johannes Itten y Paul Klee.
De este prócer tenemos una única obra en la Argentina, el Parador Ariston, financiado en 1948 nada menos que por la Universidad de Buenos Aires. El arquitecto Hugo A. Kliczkowski Juritz en un extenso análisis titulado “Una ruina moderna”, afirma que es uno de los pocos ejemplos de obras sudamericanas realizadas por los profesionales “estrella” de ese momento en Europa. El otro ejemplo es la Casa Curuchet de Le Corbusier, ubicada en La Plata.
Nuestro Movimiento Moderno fue impulsado por la gran Victoria Ocampo desde la revista Sur. La vanguardia local la formaron Bonet, Kurchan y Ferrari Hardoy desde el Grupo Austral, además de Coire, Catalano, Caminos, Sacriste y Williams.
¿Cuál era el programa de un parador en la ruta? El objeto parece atarse más a la forma que a la función, a trasmano de lo que podían indicar las leyes del Moderno, que en algún momento de sus principios velaban por una cocina en la que un ama de casa pudiera freír un huevo en un minuto, sin moverse de su lugar. O sea: la forma de la cocina seguía estrictamente a la función del cocinar. Casi no había concepto distractivo, y los metros cuadrados se contaban como oro. Pensemos que la Bauhaus fue la primera escuela que se planteó fabricar viviendas industrializadas como única solución al problema de la escasez de casas durante la posguerra europea. El programa del Parador Ariston nunca fue un problema. ¿Restorán, café, salón bailable? Esa hermosa forma podía servir casi a cualquier fin de esparcimiento.
Sin embargo le pasó algo parecido a lo que sucedió a otra de las joyas de arquitectura del mismo período que tiene Mar del Plata: la Casa del Puente de Amancio Williams. Que fue primero casa, después radio y después… la nada. La “ruina moderna” que describe Hugo. Nuestro trébol de la suerte no está protegido ni figura dentro del listado patrimonial avalado por el ICOMOS y la UNESCO.
Mar del Plata tiene una lista interesante de obras de este período de la arquitectura: además del Ariston y de la Casa del Puente (que deslumbró a Le Corbusier cuando Don Amancio lo llevó de visita), está el “Terraza Palace” de Bonet (1957), en el boulevard marítimo, el edificio Alfar cerca del bosque Peralta Ramos, varias estaciones del ACA y el Correo Argentino de Vilar. O sea: Mar del Plata tiene tradición moderna. Aunque, lamentablemente, también tiene descuido posmoderno.
Así está hoy la construcción.
El Parador Ariston se encuentra toscamente vallado desde 1993, en total abandono. Los privados que son dueños del terreno tal vez ni sepan la importancia que tiene. El edificio ha sufrido modificaciones y parece a punto de derrumbarse. Y es un pedacito de la Bauhaus en la Argentina. La historia mundial del Arte está vigilándole la espalda, esperando a ver qué hacemos. El año que viene -2019- se cumplen cien años de la creación de la escuela alemana. Sería bueno festejar el cumpleaños como corresponde.
Hace una semana se aprobó en el Senado de la Nación un proyecto para declarar al Parador Ariston como Monumento Histórico Nacional. Fue presentado por la senadora Marta Varela. Ahora pasa a Cámara de Diputados para que sea Ley. Y si es Ley, es Monumento. El pedido de protección patrimonial fue realizado en Change.org con el apoyo de 13.670 firmas. El proyecto está inspirado en el texto del arquitecto Kilczkowski que está linkeado más arriba, con colaboración del Doctor Fernando Velardoccio, la asesora Carolina Vidal y los arquitectos Fernando Lisso, Enrique Madia, Carlos Saravia y un servidor.
El objetivo es que no se lo pueda demoler, que el Estado lo compre y se haga cargo de su restauración y que volvamos a recuperar este pequeño bolichito divino, que en sí mismo no es otra cosa que un balcón, pero un balcón que hace a la historia. “A la forma de un mundo”, como escribió Calvino.
“Y aún hoy si me preguntan qué forma tiene el mundo, si se lo preguntan al yo que habita en mi interior y conserva la primera impronta de las cosas, debo contestar que el mundo está dispuesto en muchos balcones asomados irregularmente a un único gran balcón que se abre al vacío del aire, al alféizar que es la breve franja del mar contra el cielo enorme, y a ese parapeto se sigue asomando mi verdadero yo en el interior de mí mismo, en el interior del presunto habitante de formas del mundo más complejas o más simples pero todas derivadas de ésta, mucho más complejas y al mismo tiempo mucho más simples por cuanto contenidas todas o deducibles de aquellos primeros precipicios y declives, de aquel mundo de líneas quebradas y oblicuas entre las cuales el horizonte es la única recta continua.”
GUSTAVO NIELSEN
Gustavo Nielsen es arquitecto, dibujante y escritor. Como arquitecto realizó obras en Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Montevideo. Ha publicado varios libros de ficción, entre ellos La otra playa (Premio Clarín de Novela 2010).
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